Los Estados Unidos están divididos por la «pastillita rosa». O lo que sería lo mismo, la versión femenina de una pastilla azul, la Viagra. Pero aunque se la llama así, lo cierto es que no tienen nada que ver. Ni siquiera tratarían la misma dolencia. El nombre real de la primera es flibanserina. Se trata de un antidepresivo que, al contrario de lo que ocurre con estos fármacos, mientras se investigaba se descubrió que no solo no aminoraba el deseo sexual de las mujeres sino que parecía aumentarlo. Pronto el laboratorio que lo habían desarrollado, Boehringer-Ingelheim, anunció su descubrimiento. Y comenzó a investigarse con ese nuevo objetivo: aumentar el deseo sexual de las mujeres. Era el año 2006.
Desde entonces y antes del pasado mes de julio, los fabricantes de flibanserina han intentado dos veces la aprobación de su pastillita por la FDA y las dos veces la agencia estadounidense de los medicamentos ha rechazado la aprobación. La razón es que, según la FDA, los efectos secundarios de este fármaco son más importantes que el posible aumento del deseo sexual, que, según esos dos rechazos, tampoco habría podido ser probado sin dudas. Esos efectos secundarios son posibles desmayos, bajada de la presión arterial, náuseas y mareos. Además, en el caso de la flibanserina, las mujeres no deberán tomarla antes de la actividad sexual sino diariamente y de por vida mientras quieran mantener una vida sexual activa.
El laboratorio que posee actualmente la patente del fármaco, el estadounidense Sprout Pharmaceuticals, ha hecho una auténtica campaña de presión. Decenas de mujeres han hablado ante los técnicos de la FDA para explicar sus problemas por la falta de deseo sexual y más de veinticuatro asociaciones relacionadas con la salud de la mujer han pedido que se apruebe. Esta campaña ha conseguido su objetivo y la FDA ha autorizado su uso y se podrá vender a partir del 17 de octubre.
Comercialización
Pero en el bando contrario también algunas asociaciones de salud de la mujer se han opuesto. En las últimas semanas de julio más de doscientos expertos en salud firmaron una carta abierta a la FDA pidiendo que no se permita la comercialización de esta pastilla. Dicen que con la flibanserina se quiere convertir en un problema médico algo que no lo es, la fluctuación normal del deseo sexual femenino por razones de edad o por otras causas como el estrés o la maternidad. Y explican que a diferencia de lo que ocurre con la disfunción eréctil, que sí es un problema físico y medible, el deseo sexual no es algo que pueda medirse.
Desde entonces y antes del pasado mes de julio, los fabricantes de flibanserina han intentado dos veces la aprobación de su pastillita por la FDA y las dos veces la agencia estadounidense de los medicamentos ha rechazado la aprobación. La razón es que, según la FDA, los efectos secundarios de este fármaco son más importantes que el posible aumento del deseo sexual, que, según esos dos rechazos, tampoco habría podido ser probado sin dudas. Esos efectos secundarios son posibles desmayos, bajada de la presión arterial, náuseas y mareos. Además, en el caso de la flibanserina, las mujeres no deberán tomarla antes de la actividad sexual sino diariamente y de por vida mientras quieran mantener una vida sexual activa.
El laboratorio que posee actualmente la patente del fármaco, el estadounidense Sprout Pharmaceuticals, ha hecho una auténtica campaña de presión. Decenas de mujeres han hablado ante los técnicos de la FDA para explicar sus problemas por la falta de deseo sexual y más de veinticuatro asociaciones relacionadas con la salud de la mujer han pedido que se apruebe. Esta campaña ha conseguido su objetivo y la FDA ha autorizado su uso y se podrá vender a partir del 17 de octubre.
Comercialización
Pero en el bando contrario también algunas asociaciones de salud de la mujer se han opuesto. En las últimas semanas de julio más de doscientos expertos en salud firmaron una carta abierta a la FDA pidiendo que no se permita la comercialización de esta pastilla. Dicen que con la flibanserina se quiere convertir en un problema médico algo que no lo es, la fluctuación normal del deseo sexual femenino por razones de edad o por otras causas como el estrés o la maternidad. Y explican que a diferencia de lo que ocurre con la disfunción eréctil, que sí es un problema físico y medible, el deseo sexual no es algo que pueda medirse.
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